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¿Qué significa innovación para los profesores de los Andes?

El pasado 23 de febrero se realizó el Conecta-TE al Almuerzo #14, que contó con la participación de los profesores Gregory Lobo, Isabel Cristina Jaramillo y Camilo Quintana. Cada uno presentó su perspectiva sobre el uso de tecnologías en sus cursos, de acuerdo a las estrategias planteadas y los resultados obtenidos. Aunque, evidentemente, hubo diferencias entre las opiniones de los tres profesores, también se resaltó un punto de encuentro: el proceso de innovar trascendió más allá de los cursos y afectó, de una u otra forma, el resto de su práctica docente y, en algunos casos, su forma de ver la academia.

El evento, para los espectadores, mostró el espectro de los beneficios y perjuicios que nacen de la innovación en la educación. Tanto las experiencias como los aprendizajes tuvieron un desenlace muy diferente entre cada uno de los profesores: mientras para algunos la innovación se vio truncada por el uso de las tecnologías, para otros, las herramientas y estrategias implementadas dieron pie a mejoras en el pensamiento crítico y la autonomía de los estudiantes.

El caso de Gregory Lobo, quien se ha apoyado en las TIC -tecnologías de información y comunicación- para su curso sobre Teoría Cultural desde hace más de un año, habló de sus encantos y desencantos con los intentos de abordar la innovación. Su objetivo más claro, aparte de fomentar el uso de diferentes herramientas, fue el de potenciar la creatividad entre los estudiantes, con el fin último de generar discusiones y escritos que condujeran a análisis más interesantes que los que se dan a primera vista y son, usualmente, superficiales. Después de varios cambios en su metodología como la reducción de presencialidad, el trabajo en equipo y hasta la disminución de la cantidad de lecturas, Gregory, dice, que “la creatividad no se vio […] no vi esa competencia que quería desarrollar”. Para él, aunque por momentos frustrante, el proceso ha desencadenado en un mayor entendimiento de sus metodologías y del rol que puede tener la tecnología. Sobre todo, quedó claro el proceso de construcción que implica la implementación de nuevas tecnologías en la educación.

Tras esta experiencia, menos satisfactoria que la de Isabel Jaramillo y Camilo Quintana, Gregory afirmó que, para potenciar la creatividad, lo más innovador que se puede hacer es dar prioridad a clases más pequeñas. Para él, la interacción más íntima es, a la larga, la mejor innovación posible.

Para Isabel Jaramillo, profesora de la Facultad de Derecho y quien está al frente del curso “Derecho de Familia”, el camino y los resultados fueron ambiguos. Por un lado, el aprendizaje fue grande: mayor interacción, herramientas de seguimiento eficientes, producción de videos y plataformas de altísima calidad. Pero también se encontró con obstáculos como una alta dependencia en las mismas herramientas que creó. Por ejemplo, ya que todos los materiales estaban escritos y producidos en español, esto dificultó el uso para estudiantes extranjeros. Hasta el punto de impedir su participación en el curso.

Isabel, se encontró, entonces, con la dificultad de crear un curso que, acorde con sus objetivos, no dependiera en su totalidad de los meses de trabajo que había invertido en las herramientas. Esto es, hasta el momento, una pregunta que ella deja abierta para que otros profesores tengan en cuenta.

La experiencia de Camilo Quintana, profesor del Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales, también enfocada en la creatividad, como la de Gregory, y en la autonomía, dio resultados más positivos. Un punto importante dentro de su estrategia fue la creación de escenarios en los que pudiera incentivar la toma de decisiones por parte de sus estudiantes. Darles más libertad, dentro de un procedimiento controlado, permeó la experiencia de sus alumnos, quienes lograron alterar su proceso de formación y lo hicieron con más entusiasmo del esperado.

En este caso, los estudiantes fueron receptivos a la implementación de tecnología, ya que “rompía el esquema de texto clásico”, permitía elegir la tecnología más pertinente para su expresión y, finalmente, no sólo arrojaba autonomía y pensamiento crítico, sino creatividad.